09 enero 2015

¿servirá un QE (estímulos monetarios) en Europa?

Hay muchas dudas.
Transcurridos ya más de seis años desde el momento álgido del inicio de la crisis tras la quiebra de Lehman Brothers, la situación de la economía estadounidense y de laEurozona es radicalmente dispar: una boyante, la otra renqueante.
La economía estadounidense crece de forma estable por encima del 2,5%; el empleo ha aumentado a niveles superiores a los existentes antes del inicio de la crisis; situando latasa de paro por debajo del 6%; la inflación permanece controlada; y sus índices bursátiles se encuentran en máximos históricos.
Por el contrario, la Eurozona presenta un escenario poco estimulante: apenas crecerá al 1% en 2015, con la mayor parte de los estados miembros creciendo sólo unas décimas, tasa insuficiente para paliar el drama del paro; los niveles de deuda públicano dejan de crecer, superando ya el 100% del PIB; el peligro es la amenaza de ladeflación, no la inflación, de acuerdo con el BCE; a pesar de los niveles cercanos a los máximos de la bolsa alemana, el índice EUROSTOXX se encuentra a un 40% de los máximos de hace ocho años.
De forma muy esquemática, la actuación de las autoridades estadounidenses tras el inicio de la crisis se puede resumir en los siguientes puntos:
Recapitalización inmediata del sector financiero al inicio de la crisis, inyectando capital a los 19 principales bancos, aunque muchos de ellos no lo necesitaban. De hecho, el gobierno estadounidense ha ganado dinero con las desinversiones realizadas.
- Coordinación absoluta entre el Tesoro americano (el emisor de los bonos soberanos), la Reserva Federal, y el propio presidente del gobierno norteamericano.
- Agresiva actuación de la Reserva Federal mediante repetidos programas de compra de bonos (QE).
Vista la positiva evolución de la economía estadounidense, se puede caer en la tentación de pensar que con que el BCE aplique una política similar a la llevada a cabo por la Reserva Federal durante los últimos años se lograrán los mismos resultados en la economía de la Eurozona. Lamentablemente no sería así por diversos motivos:
- La recapitalización del sector financiero europeo todavía no está finalizada. Acabamos de conocer los resultados de las pruebas de estrés test realizadas por el BCE, surgiendo todavía necesidades de financiación en bancos europeos. El ajuste del sector financiero acabó hace tiempo en EE.UU.
EE.UU. es realmente un mercado único con un único idioma. La Eurozona está lejos de serlo. De momento son 19 mercados con sus propias normativas. Incluso dentro del territorio español se sigue reclamando la "unidad de mercado", debido a la vorágine normativa de las CC.AA.
- La flexibilidad de la economía estadounidense le permite adaptarse a las crisis de forma mucho más rápida que las economías de la Zona Euro. Su evolución delmercado laboral así lo pone de manifiesto.
- En la Eurozona es imposible una coordinación entre el Tesoro, el BCE y el gobierno del área: no existe un Tesoro único, sino 19 (desde el 1 de enero tras la incorporación de Lituania), uno por país; las facultades de la Comisión Europea, entendida como gobierno de la Eurozona son muy limitadas. Con la excepción del BCE, la Eurozona carece de instituciones que puedan tomar medidas de aplicación inmediata en todo el área en casos de crisis como la vivida tras la quiebra de Lehman.
- De acuerdo con los estatutos del BCE, su objetivo es el control de la evolución de los precios, entendiendo por tal lograr un nivel de inflación cercano pero inferior al 2%. Por el contrario, los objetivos estatutarios de la Reserva Federal son el control de precios y buscar un nivel máximo de empleo.
- El efecto riqueza generado por la subida de los mercados financieros americanos era uno de los objetivos declarados por la FED con su política expansiva. En Europa dicho efecto riqueza, de producirse, sería significativamente inferior debido a la escasa inversión en bolsa de las familias europeas en comparación con las estadounidenses.
El BCE parece decidido a seguir los pasos de la Reserva Federal, aunque con años de retraso. Ayudará a que los Estados se puedan financiar a tipos irrisorios durante un tiempo, pero pensar que el BCE puede por sí mismo lograr que la economía europea crezca a tasas considerables es ingenuo. La medicina americana difícilmente funcionará en la Eurozona.
Y McCoy lo ve igual:
El famoso QE que se pide al banco central no va a servir para nada.
Se multiplican las voces que así lo reconocen (muy interesante Stephen Roach en esta entrada de Project Syndicate). Entre otras cosas porque el problema global actual es de exceso de capacidad, productiva y crediticia, que incide negativamente sobre inversión y financiación. Sólo la necesidad desesperada de rentabilidad de los actores de la economía financiera, o la de conseguir inorgánicamente ahorros y crecimiento por parte de los integrantes de la real, están siendo capaz de generar una ilusión de actividad todavía ajena al bolsillo del común de los mortales.
Por si fuera poco, los riesgos que afectan a la integridad regional -con múltiples procesos electorales en curso- impiden que los agentes económicos piensen en el largo plazo, constriñendo aún más las posibilidades del continente. Como señalamos el pasado 29, Grecia es el primer síntoma de un mal generalizado en las democracias de la Eurozona.
En un entorno de tipos de interés cercanos a cero (vid supra) y de coste de financiación de los países miembros en niveles absurdamente mínimos, el impacto de la compra masiva de deuda soberana lo único que facilitará será la consolidación de incipientes burbujas y la procrastinación política, es decir: el retrasar lo inevitable, aquellas decisiones sin las cuales muchas naciones carecen de solución viable a su situación fiscal (si es que aún queda dicha posibilidad, que en muchos casos es discutible).
No cabe pensar que una medida del calado de esa fuera a tener en Europa el impacto que ha facilitado la incipiente reactivación económica en Estados Unidos, muchos años y billones de dólares después, por cierto. No son realidades comparables a nivel territorial, económico, empresarial o financiero. No way. Nouriel Roubini lo explica muy bien en el siguiente post: "9 ways the Eurozone is more fragile than the US", 05-01-2015. Cullen Roche lo borda, por su parte, en este otro: "Why is the European Monetary Union unworkable?", 06-01-2015. La UE es una entelequia, una amalgama de proyectos individuales. Sirva como muestra este botón, tomado de los datos de empleo publicados por Eurostat ayer.
El problema actual no es de liquidez. Sobra el dinero. Es de solvencia de un modelo, el comunitario, que fue concebido erróneamente y que se vuelve a enfrentar a su particular boom or bust. Y sobre el que pesan corrientes de fondo que no hacen sino complicar aún más su situación, caso de la demografía, la tecnificación o la globalización con su subsiguiente impacto en precios y salarios, en consumo y márgenes. Aumentar el balance del BCE como si no hubiera un mañana –ese es el problema de fondo, que lo hay– supondrá un nuevo ejercicio de complacencia frente al mercado –que lo recibirá con la correspondiente alharaca aun a sabiendas de que traerá retornos más difíciles y mayor volatilidad–, pero condenará aún más a generaciones de europeos, los mismos que ahora se creen la milonga de que euro y petróleo son la solución a todos sus males… hasta que vuelvan a despertar a su realidad.
Abrazos,
PD1: Cuando se reunificó Alemania en 1990, se hizo con mucha generosidad… Se dio a los de Alemania del Este el marco fuerte del Oeste y funcionó. Moneda única al canto, de golpe y sin contrapartida alguna, 1 a 1…
Pero después se pensó que se podía hacer lo mismo con el resto de los socios europeos, y se creó el EURO, y la cagaron... No era lo mismo. Había demasiados gobiernos para que se pusieran de acuerdo, había demasiados parlamentos legislando, había demasiados funcionarios gastando los dineros sin el control germano… No, el euro no ha funcionado como en la reunificación alemana. Fue un grave error que ahora quien será el guapo que da marcha atrás. Quizás, la que salga del euro sea la propia Alemania…
On November 28, 1989, Chancellor Helmut Kohl told the Bundestag that he had a ten-point plan to unify Germany. Neither his foreign minister, Hans Dietrich Genscher, nor the European allies had any hint that Kohl was about to accelerate the already dizzying pace of history. The American President George H.W. Bush received a letter explaining the plan just as Kohl was beginning his address to the Bundestag.
Uniting Germany was historically destined and Kohl will rightly be remembered for being one step ahead of the moment.
But, on February 6, 1990—almost exactly when Bundesbank President Karl Otto Pohl and his East German counterpart, Horst Kaminsky, were telling journalists that it would be “premature to even consider” converting one Ostmark to one D-Mark—Kohl announced that this was exactly what he intended to do. The decision was motivated by an eye toward the elections in May. It did little to stem the migration from the east, but it did saddle the highly unproductive businesses in the east with West German costs, virtually crippling them—until recently.
Kohl promised riches to East Germans and no costs to West Germans. He rode the emotional reunion to great personal triumph. At that moment, history beckoned him some more.
From the December 1989 summit of European leaders in Strasbourg to the May 1998 summit in Brussels, Kohl single-handedly ensured the emergence of the euro in its present form. Pushed relentlessly by the French, Kohl nevertheless could, at each point in this nearly decade-long journey, have pressed the pause button. The advice from the Bundesbank and the Ministry of Finance was always to move slowly. But Kohl preempted his closest advisors. To their horror, he agreed to a definite date for the introduction of the euro at Maastricht in December 1991.
With the euro now a fait accompli, his advisors counselled—more strenuously than before—against admitting Italy into the first group of members. Kohl, however, insisted and by the decision date in May 1998, he had overruled good sense. With Italian entry, Portugal and Spain were also waived in. And the precedent ensured that Greece would be a eurozone member two years later.
As the eurozone is mired in never-ending economic distress Kohl has felt compelled to defend the concept to which he gave reality
Today, as the eurozone is mired in never-ending economic distress, and as countries with divergent economic trends tear at the fabric of the single currency, in a new book, Kohl has felt compelled to defend the concept to which he gave reality.[1] It is ironic that he blames his successor, Gerhard Schroeder, for allowing Greece to be admitted to the euro club.
It was all worth it, Kohl says, because ultimately the euro was a project to promote peace. On Dec. 12, 1989, the Chancery documents report a conversation in which Kohl says to U.S. Secretary of State James Baker, “The euro is not in the German national interest, but we need friends.” A united Germany, he asserted, could not have friends and would risk disturbing the peace if it were not tied down by the euro. In his book, Kohl repeats this mantra: “Due to the euro,” he says, “European unification became irreversible, and we took an important step towards a permanent guarantee of peace and freedom on our continent.”
The euro is sometimes described as an elite project. But it was much more than that. To push the euro through, Kohl bypassed the German citizen, knowing that the public overwhelming wished to keep the D-Mark. He wore down his economic advisors with the threat of ignoring them. And he gained a grip on his own party that made his authority almost unquestionable.
When the democratic process is so deliberately bypassed, the goal of peace will be a chimera. With great power comes the ability to do great good. But it also opens up the possibility of grave errors.
The distress caused by the euro’s economic fetters is spawning mounting political discord. The discord is not accidental: it was built into the construction. German citizens, who were bypassed, now want a say. And their voice is being heard, as reflected in the recent electoral gains of the Alternative für Deutschland party. Elsewhere in the euro area, the economic stress is being cynically used to promote national fervor and even baser instincts.
Conflict is built into the governance of the euro
Conflict is also built into the governance of the euro. The members of European Central Bank’s Governing Council are espousing openly national positions. Increasingly frequent leaks of confidential deliberations reveal deep antagonisms.
Meanwhile, the fiscal rules and surveillance, which Kohl promoted as a cornerstone of the euro project, are creating the anticipated clashes. The shouting match between Germany and its traditional foils—France and Italy—displays both ill-temper and pettiness. French Finance Minister Michael Sapin warns that the barbs from German leaders will fuel nationalist populism in France. French Prime Minister Manuel Valls insists that France must be respected. Others express the sentiments against Germany more angrily.
If this was a project to win friends for Germany, it is not turning out that way.  
The crisis persists because the divergent interests within the eurozone ensure that the decisions to deal with the complex problems are plagued by delays and half-measures. Forceful action must always wait until a financial meltdown seems imminent. And that ensures that the crisis takes on new forms, which breed further discord and conflict.
In October 1982, days after he first became chancellor, Kohl recounted to the French President Francois Mitterrand the loss of his uncle and brother in World War II. “Don’t have any illusion,” he said, “I am the last pro-European chancellor.” And in his final years as German chancellor, Kohl rejected calls to retire because he believed that without him the euro may not happen.
Kohl may have believed that the single currency was needed to secure peace and that Italian membership was essential to that purpose. Or he may have been lured by the sirens of history. We have his word that he was pro-European and we have his gift: the euro.
Kohl not only made sure that Europe would wear a monetary straightjacket but, to protect Germany from his folly, he imposed on all a fiscal straightjacket. Contemporary observers—even sympathizers—were clear that the German-inspired fiscal rules were economically misguided and politically divisive.
But Kohl’s most debilitating legacy may have been the high-minded rhetoric with which he endowed the single currency project. There was never any connection between the prosaic euro and the magnificent metaphors of peace and unity that he invoked. Europe had laid as secure a commercial basis for peace as was possible with the Treaty of Rome in 1957 through to its culmination in the Single European Act of 1986. In contrast, the euro, by its very nature, generates conflicts among the member nations.
Kohl’s metaphors purposefully wished away the inherent conflicts. And because the European elites—even if unwittingly at first—were sucked into the rhetorical idealism, they play on more words, “shared sovereignty” and “flexibility”, while insisting that reinforcing the dysfunctional system is the only way forward.
Breaking up the euro is too costly. Thus the task is to weaken the ties that bind while preserving the peace and unity
The great challenge today is to undo the legacy of Kohl’s rhetoric. Breaking up the euro is too costly. Thus the task is to weaken the ties that bind while preserving the peace and unity. Let go the central fiscal rules and let countries deal with their private creditors. Staying the present course will deepen animosities—and the debt defaults will happen in any case. Soon, it may be too late to pull back.
[1] Kohl, Helmut: Aus Sorge um Europa. Ein Appell, Droemer Knaur, München, 2014.
PD2: De Jose Luis Contreras: Atracción, deseo, enamoramiento, amor
Está claro que una relación de pareja no puede funcionar si el sexo es lo único que la une. Una persona madura tiene que saber distinguir entre atracción, deseo, enamoramiento amor. Una persona siente atracción por personas del sexo contrario. Eso es lo frecuente. Cuando además de atracción, se desea a la otra persona, ya estamos ante actos más voluntarios, el deseo viene solo, pero yo puedo aceptarlo o rechazarlo.  Ya estamos ante actos humanos, es decir la voluntad tiene algo que decir por tanto, tiene una valoración ética. El deseo viene sin consulta, el que yo lo alimente o lo rechace ya depende de mí. El enamoramiento, en cambio, es un acto no voluntario, en el momento en que se produce. No se da repentinamente, lleva su tiempo y se puede dar con personas que conozco o con personas que ni siquiera he hablado con ellas. Las puedo haber visto solo por TV, o incluso, tener solo referencia de ellas por carta o Internet. Es una situación en la cual, solo se ve lo positivo de las otras personas, incluso los defectos pueden quedar idealizados. Es una situación envolvente de la persona en la cual podríamos decir, que se tiene una presencia continuada del otro, sin el esfuerzo que eso llevaría consigo. De ahí, que algunos psicólogos, lleguen a la conclusión que puede ser un defecto de la atención.
El amor es otra cosa. Una persona enamorada, no quiere decir que quiera a la otra, si la quiere o no se verá después. El amor exige esfuerzo, renuncia, aceptar, conocer, admirar a la otra persona y se demuestra en el terreno de los hechos. Actualmente mucha gente duda. No saben si son queridos o solo producen en la otra persona atracción y deseo. Puede pasar que alguien crea que está enamorado, y que haría cualquier cosa por el otro. Para después darse cuenta, cuando desaparece ese estado, de que es capaz de hacer muy poco.
En realidad, el querer y ser querido, tiene que ver poco con todo esto que estamos diciendo, aunque en muchas ocasiones, empiece por alguna de las situaciones expuestas anteriormente. Realmente sentirse querido por alguien tiene mucho que ver con tener una respuesta a la pregunta ¿Quién es capaz de sufrir por mi? Una respuesta a esa pregunta, es lo que todos de una manera u otra vamos buscando en la vida. Lleva tiempo, pero se puede conseguir, todos podemos. ¡Ánimo!