13 septiembre 2013

13 septiembre 2013 nominal versus real

En economía, lo nominal es el porcentaje que sube. Y lo real es teniendo en cuanta la inflación, ajustando la capacidad adquisitiva que diariamente vamos perdiendo… En las pensiones, también y mucho. Dicen que van a subir un 0,25%. Y eso es nominal, no real. Real es mucho menos ya que habrá inflación galopante, ya la estamos teniendo… No te das cuenta de lo caro que está todo vis a vis hace diez años… Y apenas ha subido el IPC, pero es que se enmaraña todo mucho, para que no nos demos cuenta. Pero estamos fritos a impuestos y las facturas básicas suben y suben sin parar…
Los más desfavorecidos son los pensionistas que no les llega para nada…

La trampa de las pensiones

El mayor inconveniente del sistema público de pensiones es que está a merced de los políticos. Existe el Pacto de Toledo, que supuestamente lo inmuniza ante ellos, pero la experiencia demuestra que con una mayoría parlamentaria, el pacto es papel mojado. 
Dice la ministra Fátima Báñez que la sociedad quiere un sistema solidario y de reparto. Así que tenemos lo que nos merecemos, porque con esa excusa, será muy difícil que el poder político se aparte y se cree un sistema eficiente, donde se refleje el esfuerzo real de cada trabajador. Por el contrario, la reforma no sólo no garantiza la suficiencia y la sostenibilidad de las pensiones como las conocemos, sino que consagra su mediocridad. 
El Ejecutivo ha aplazado hasta 2019 la aplicación del llamado Factor de Equidad Intergeneracional (FEI), el indicador que más contrarió a la opinión pública cuando los expertos anunciaron sus conclusiones. El FEI implica que, si no se retrasa la edad de jubilación, el monto a percibir irá bajando a medida que aumente la esperanza de vida. 
Pero los expertos aconsejaron que se anticipara la aplicación del FEI sin gran convicción. Mucho más importante era el Factor de Revalorización Anual (FRA). Históricamente este factor era la inflación, pero Bruselas ha exigido que se desindexen salarios y pensiones del IPC. Los expertos propusieron un FRA calculado en función del crecimiento de los ingresos, el número de pensionistas, el efecto sustitución (pensionistas que ingresan frente a los que salen del sistema) y la diferencia entre ingresos y gastos a lo largo del ciclo económico. 
La gran aportación del Gobierno ha sido poner un suelo y un techo a este indicador. El suelo supone que las pensiones siempre, independientemente del déficit de la Seguridad Social o de la ruina del Estado, subirán un 0,25%. Y el techo, que cuando las cosas vayan bien, no podrán sobrepasar el IPC más el 0,25%. 
Esta decisión es el triunfo del nominalismo. Desde ahora, nunca un político se verá preso del dilema de si las pensiones han de bajar o congelarse. Subirán siempre. Pero cuando las cosas vayan mal subirán un 0,25% en términos nominales y cuando vayan bien sólo subirán un 0,25% en términos reales. Esto garantiza un rendimiento muy mediocre frente al 8% o 9% de revalorización real anual que a lo largo de más de 30 años presenta un sistema de capitalización privado como el de Chile, la única alternativa de referencia. 
Imaginemos un año con una inflación del 2%. Si el país está en recesión, las pensiones subirán por ley un 0,25%, es decir perderían un 1,75% de su poder adquisitivo. Si el país está creciendo y hay elevada afiliación, las pensiones subirían como mucho un 2,25%, pese a que el indicador podría recomendar un alza muy superior. O sea, cuando pierdes, pierdes y cuando ganas, ganas muy poco. 
Basta mirar lo que habría ocurrido en 1996. La inflación fue del 3,2%, pero como se creaba empleo, subían los ingresos y el ratio de trabajadores por pensionista tocó suelo (1,65) y empezó a mejorar, el FRA marcaría una revalorización de las pensiones de casi un 7%. Sin embargo, con el nuevo indicador público apenas subirían un 3,45%. El negocio está claro y el margen es para el Estado. 
Abrazos,
PD1: Ya sabes que soy muy forofo de Enrique García Máiquez. Un microrelato suyo:
"¡Te voy a dar!", amenaza al fin la madre, exasperada, a la niña revoltosa; y hasta en esa frase última, que quiere sonar terrible y contundente, deja clara su voluntad constante de generosidad y entrega.
Que cortito, pero qué contundente. Levanto mi sombrero y sigo aprendiendo…